Los fibromas cutáneos son crecimientos benignos de la piel que afectan a 1 de cada 3 adultos españoles. Aparecen sobre todo en el cuello, las axilas, y las ingles. A pesar de ser lesiones benignas, muchas personas desean eliminarlas, bien por motivos estéticos o porque pueden generar ciertas molestias.
Pueden extirparse mediante técnicas dermatológicas seguras como son: el afeitado, el láser o la crioterapia.
Si estás leyendo esto, probablemente ya hayas intentado buscar en Google qué son esas pequeñas protuberancias de piel que aparecieron en tu cuello o axilas. Y seguro que has encontrado mil nombres diferentes: verruguitas, acrocordones, pólipos fibroepiteliales... Un lío tremendo, ¿verdad?
La buena noticia es que no estás solo. De hecho, estas lesiones son tan comunes que las vemos a diario en consulta.
Como especialistas en dermatología, sabemos que muchas personas desconocen qué son exactamente estas lesiones, por qué aparecen y si requieren tratamiento. Por ello en este artículo te lo aclaramos.
Los fibromas cutáneos, también llamados acrocordones o pólipos fibroepiteliales, son pequeños crecimientos benignos de tejido fibroso que aparecen como prolongaciones blandas de la piel, típicamente de 2-5mm, conectadas por un pedículo fino.
Desde el punto de vista dermatológico, se clasifican como tumores benignos no cancerosos, compuestos por fibras de colágeno, vasos sanguíneos y células dérmicas.
Es común que aparezcan en las zonas de roce o los pliegues de la piel, como el cuello, las axilas, las ingles o los párpado
En dermatología, los fibromas cutáneos pueden clasificarse en dos tipos principales según su aspecto clínico y características histológicas:
Son los más frecuentes. Se presentan como pequeñas lesiones blandas, móviles al tacto, con forma de gota o pedículo. Suelen ser del color de la piel o ligeramente más pigmentados, y aparecen con mayor frecuencia en las zonas de fricción como el cuello, las axilas, las ingles o debajo de las mamas.
Pueden aumentar de tamaño con el tiempo y, aunque generalmente son asintomáticos, en ocasiones pueden irritarse con el roce de la ropa o con otros accesorios.
Estos son más firmes al tacto y tienen un aspecto más sólido y compacto. A menudo se presentan como nódulos pequeños, de color marrón, rojizo o violáceo, que pueden confundirse con otras lesiones como lunares o quistes.
Su localización más habitual es en las extremidades, especialmente en las piernas y los brazos. A diferencia de los fibromas blandos, los fibromas duros suelen estar adheridos a las capas más profundas de la piel y pueden permanecer estables durante años.
Aquí viene la primera gran confusión que aclaro casi a diario: los fibromas NO son verrugas.
Las verrugas están causadas por el virus del papiloma humano (VPH) y sí son contagiosas. Los fibromas, en cambio, son simplemente un crecimiento excesivo de tu propia piel. No hay virus involucrado, no se contagian y, definitivamente, no se "esparcen" si los tocas.
Los fibromas suelen tener un aspecto blando, pediculado (con una base estrecha) y un color que varía entre carne y marrón claro. Por el contrario, las verrugas tienden a tener una superficie rugosa, una consistencia más firme y pueden presentarse solas o en grupos.
Los fibromas son como las canas o las arrugas: una señal más del paso del tiempo, aunque con matices importantes. Según los datos que manejamos en España, aproximadamente un 25-30% de la población adulta los desarrolla, especialmente a partir de los 30-40 años.
Su aparición se asocia a múltiples factores, aunque no siempre existe una causa única o específica. En la mayoría de los casos, se desarrollan como resultado de una combinación de predisposición genética y estímulos externos sobre la piel.
Los fibromas tienen sus zonas favoritas, y no es casualidad. Aparecen donde la piel forma pliegues naturales o donde hay fricción constante:
Visualmente, son inconfundibles una vez sabes qué buscar: pequeñas prolongaciones de piel del mismo color o ligeramente más oscuras, blandas al tacto, que cuelgan de un tallito fino (el famoso pedículo).
Pueden medir desde 1-2 milímetros hasta ocasionalmente 1-2 centímetros. Los gigantes son excepcionales, aunque he visto alguno del tamaño de una uva pequeña.
La mayoría de fibromas no requieren tratamiento médico obligatorio al ser benignos, pero sí es recomendable la valoración dermatológica cuando causan molestias físicas, sangran, cambian de aspecto o generan preocupación estética significativa.
En el 95% de los casos, la decisión de tratar los fibromas es puramente personal y estética. No hay nada malo en querer quitárselos simplemente porque no te gustan. De hecho, es la razón principal por la que los pacientes acuden a consulta.
Pero hay situaciones donde sí recomiendo activamente el tratamiento:
Como dermatóloga, recomiendo siempre acudir a un especialista para realizar un diagnóstico preciso y elegir el tratamiento más adecuado según el tipo, tamaño y ubicación del fibroma.
Las técnicas más comunes y efectivas para eliminar fibromas incluyen:
¿Por qué? Porque aunque los fibromas son muy característicos, existen otras lesiones que pueden parecerse:
Además, un dermatólogo no solo mira la lesión individual. Evaluamos el conjunto: ¿cuántos fibromas hay? ¿Siguen algún patrón? ¿Hay otras lesiones cutáneas? A veces, múltiples fibromas pueden ser señal de síndromes genéticos o problemas metabólicos que conviene investigar.
La eliminación de fibromas por un dermatólogo garantiza diagnóstico correcto, técnica apropiada, manejo de complicaciones y resultado estético óptimo, evitando los riesgos de cicatrices, infecciones o diagnósticos erróneos de tratamientos no profesionales.
En una clínica dermatológica como Dermaniac no solo "quitamos verruguitas". Hacemos una valoración completa de tu piel.
Entendemos que cada piel es única, por eso diseñamos planes de tratamiento adaptados a tus necesidades, ya sea que busques eliminar fibromas por razones estéticas o para evitar molestias.
Además en Dermaniac contamos con la última tecnología Láser y somos especialistas en dermatología quirúrgica y eliminación de lesiones.
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